LO QUE LE ESPERA A VENEZUELA EN 2022
Después
de las decepciones de 2021, ¿pueden el gobierno y la oposición retomar las
negociaciones durante el próximo año?
Wednesday, January 26, 2022 / BY:
Ana Caridad; Keith
Mines
PUBLICATION TYPE: Analysis
and Commentary
Venezuela arranca el 2022 con desafíos persistentes, pero también con
algunas oportunidades tangibles. Quedaron atrás las poco realistas aspiraciones
de una salida inmediata del chavismo, dejando espacio para la eventual
construcción de una convivencia democrática. Pero para que ocurra cualquier
cambio positivo, el gobierno de Maduro y la oposición democrática deberán
volver a la mesa de negociaciones, donde han establecido una plataforma para la
coordinación y el progreso en temas como la restauración de las instituciones
democráticas, la ayuda humanitaria y, en última instancia, una salida
electoral. La comunidad internacional, especialmente Estados Unidos, será un
actor clave y no debe caer en la inercia. En la Venezuela de 2022, los pequeños
esfuerzos pueden lograr una diferencia real en la vida de los ciudadanos.
Sería fácil,
incluso defendible, que los partidarios de la democracia en Venezuela se
retiraran de la lucha. Para muchos, simplemente no hay una lista clara de cosas
por hacer, y existe el temor siempre presente de que cualquier participación
directa en los problemas del país simplemente envalentona a los autócratas.
Pero una mirada más cercana revela varias cosas en juego que podrían marcar una
diferencia material en la vida de los venezolanos y mantener vivas las opciones
para la redemocratización en el futuro. Consideramos cuatro cosas a tener en
cuenta en el próximo año:
Apoyar
Soluciones Locales a Problemas Locales
Como era de
esperarse, las elecciones regionales de noviembre de 2021 estuvieron dominadas
por el partido gobernante. En un panorama mayormente sombrío, solo cuatro de
las 23 gubernaturas fueron ganadas por la oposición, aunque hubo algunos puntos
positivos. La contienda en Barinas, ciudad natal de Hugo Chávez y tradicional
bastión del chavismo, se decidió finalmente tras una nueva votación orquestada
por el régimen de Maduro el pasado 9 de enero tras una derrota en noviembre.
Sorprendiendo a muchos observadores, el régimen perdió por segunda vez,
revelando la falta de un amplio apoyo hacía al partido de gobierno,
especialmente fuera de Caracas. Los resultados electorales a nivel local
reforzaron este análisis, donde un tercio de las 335 alcaldías se fue a
candidatos distintos al oficialismo, frente a solo 29 en las elecciones
regionales de 2017. Esto le da a la oposición democrática la oportunidad de
trazar un rumbo y gobernar localmente.
No será un camino
fácil, ya que los recursos y el poder en última instancia continúan residiendo
en el gobierno central, pero como los gobernadores y alcaldes de la oposición
han descubierto en el pasado, hay mucho que se puede lograr para mejorar la
vida de los ciudadanos venezolanos y eso ayudará a reforzar el apoyo a las
fuerzas democráticas en el futuro. La comunidad internacional puede apoyar a
estos funcionarios locales si no los castiga por haber participado en una elección
impugnada, como ha sucedido en el pasado. Más bien, los actores internacionales
deberían acercarse y ofrecer tanta ayuda como sea posible para reforzar las
oportunidades a nivel local.
Los actores
internacionales también pueden aportar mucho para lograr la
“reinstitucionalización” del país, definida por algunos actores de la sociedad
civil como el proceso de preservar y fortalecer lo que queda de las
instituciones democráticas, mientras mantienen la puerta abierta para a una
restauración plena de la democracia en el futuro. Al aceptar que el restablecimiento
de la democracia en Venezuela no se producirá en un solo fin de semana de
dramáticos juegos de poder o una marcha masiva hacia el palacio de Miraflores,
sino de manera gradual, muchos venezolanos se concentrarán en estos cambios más
modestos.
Como ejemplo
reciente, el nombramiento negociado de un Consejo Nacional Electoral más
equilibrado por parte del gobierno de Maduro en 2021 permitió algunas mejoras
en el aun carente proceso electoral de noviembre. Está previsto que en los
próximos meses se lleve a cabo un proceso de renovación del Tribunal Supremo de
Justicia. Las fuerzas democráticas y sus partidarios internacionales deben
aprender de la pequeña victoria en el nombramiento de la autoridad electoral y
tratar de influir en la renovación del poder judicial, contribuyendo aún más al
proceso de reinstitucionalización.
Una
oposición más unida
Una segunda
área en la que la comunidad internacional puede ser útil es en la promoción de
la unidad entre la oposición. La oposición democrática es justificadamente
sensible a este persistente llamado a la unidad, que perciben como injusto dada
la amplia variedad de partidos democráticos en cualquier otra democracia. Aún
así, en las recientes elecciones de noviembre, el analista electoral venezolano
Aníbal Sánchez señala que la unidad básica le habría
ganado a la oposición seis gobernaciones adicionales, mientras que una coordinación
más profunda podría haberles ganado hasta diez.
La falta de
unidad fragmenta las fuerzas democráticas de manera destructiva tanto para
ganar elecciones como para mostrarle al pueblo venezolano que tiene los medios
para abordar los problemas del país. La caída en picada del apoyo a la
oposición desde un máximo de más del 60 por ciento hasta el mínimo de los 10
hoy demuestra el costo de esta debilidad. Se debe alentar a la oposición a
desarrollar nuevos mecanismos para seleccionar líderes, lo que permitiría una
expresión más amplia de la democracia que no descarte a sectores enteros de la
oposición como colaboradores del gobierno de Maduro y se aleje del tóxico
personalismo que ha sido la ruina del sistema político de Venezuela desde su
inicio.
Un problema
persistente en la cuestión de la unidad es el estado del gobierno interino de
Juan Guaidó, que se estableció hace tres años como un polo alternativo al
gobierno después de que la Asamblea Nacional de 2015 liderada por la oposición
declarara ilegítima la presidencia de Nicolás Maduro. Por tercer año, los
miembros de la Asamblea Nacional de 2015 se reunieron a fines de diciembre para
extender el mandato del gobierno interino. Sin embargo, han cambiado la
estructura de toma de decisiones de una presidencia a una comisión delegada
de 18 miembros de la Asamblea Nacional, que prestó juramento el 7 de enero.
Pero a pesar
de la controversia que ocasiona, hay una oportunidad para el gobierno interino,
que aún cuenta con el apoyo de muchos venezolanos y es reconocido por Estados
Unidos y unos cuantos países más. Significativamente, tendrá un rol en la
gestión de los activos venezolanos en el extranjero y podría proporcionar
una plataforma para la acción coordinada si es inclusivo y establece vínculos
consultivos con todos los partidos políticos y con la sociedad civil.
No
hay sustituto para las negociaciones
Las
oportunidades para un cambio mejorarían con la continuación de la plataforma de
negociación establecida en la Ciudad de México el año pasado. Las tres rondas
de conversaciones hasta la fecha, con la facilitación de Noruega, han sido
productivas pero un poco vacilantes, y terminaron en noviembre tras la retirada
del gobierno por la extradición del socio y enviado de Maduro, Alex Saab, de
Cabo Verde a Estados Unidos.
Las
negociaciones contaron con la mayor participación de mujeres que cualquier
iniciativa previa, dos en cada lado, y exploraron la inclusión de la sociedad
civil en futuras conversaciones. Además, establecieron un marco político que
establecía una relación cuasi respetuosa y afirmaba en gran medida la
convivencia política como meta intermedia, dejando de lado los esfuerzos por
una salida de suma cero. No hay garantía de que las negociaciones se reanuden,
pero sería una gran oportunidad perdida si no lo hacen.
El
desarrollo de una plataforma de negociaciones semipermanente podría crear
algunas aperturas para la cooperación en el próximo año, particularmente en
temas humanitarios que requieren la liberación de activos venezolanos en el
extranjero, activos que la oposición controla pero que necesitan ser
coordinados con el gobierno de Maduro para poder ser utilizados con fines
humanitarios.
Otra
posibilidad, en gran parte aspiracional en este momento, debería al menos
considerarse. Muchas propuestas para restaurar las instituciones democráticas
en Venezuela exigen una forma de gobierno de concertación. Tales ideas no son
realistas, dada la insistencia de ambas partes en adherirse estrictamente a la
constitución venezolana, que no permite tal concesión. Pero podría haber
espacio para canalizar muchas decisiones nacionales a un organismo de
negociación establecido para su resolución y colaboración.
Por lo
tanto, las negociaciones de la Ciudad de México han preparado el escenario para
avances pequeños pero persistentes en asuntos humanitarios e institucionales.
En última instancia, podrían proporcionar la plataforma donde podrían tomarse
decisiones más importantes sobre una salida electoral. Es imperativo que las
negociaciones continúen.
Un
papel clave para Estados Unidos
El actor
clave para apoyar la continuación y ampliación de la mesa de negociación es
Estados Unidos. Abandonando su postura previa de oposición a las negociaciones,
Estados Unidos ahora consiente e incluso ofrece apoyo condicional para ellas.
Pero para lograr un progreso real, Estados Unidos tendría que estar más
involucrado, poniendo el levantamiento de las sanciones sobre la mesa como
apalancamiento para crear condiciones para un progreso sustancial.
Algunos
venezolanos han sugerido una “hoja de ruta” que permitiría a Estados Unidos y
al gobierno de Maduro alinear claramente las concesiones con los beneficios.
Por parte de Estados Unidos, esto giraría en gran medida en torno a ofrecer un
alivio de las sanciones en apoyo del progreso democrático dentro de Venezuela,
en estrecha coordinación con la oposición democrática. Dada la facilidad de la
imposición de la mayoría de las sanciones, estas concesiones podrían emplearse
de manera segura sin temor a envalentonar o fortalecer al gobierno de Maduro.
Este año no
tendrá el drama del 2021, que presentó grandes expectativas para la
administración de Biden seguida de elecciones clave en Venezuela. Pero no deben
perderse las oportunidades de mejorar la terrible situación humanitaria del
país, reconstruir o preservar instituciones clave, mejorar la unidad entre las
fuerzas democráticas y permitir que los funcionarios locales y otros gobiernen
con al menos cierta eficacia.
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